Por estos días estoy leyendo Las rosas de Orwell, uno de los últimos libros de Rebecca Solnit. Allí, la ensayista norteamericana indaga y recupera una faceta quizás muy poco conocida del escritor George Orwell: el autor de las grandes obras literarias del siglo veinte que denuncian el fascismo y el totalitarismo, era también un jardinero apasionado.
Además de dedicar su vida a la reflexión y la acción política, Orwell disfrutaba de la vida rural y destinó gran cantidad de su tiempo a cultivar los jardines de las casas en donde vivió y también a administrar sus propias granjas, escribiendo a diario sobre el cultivo de flores y la vida doméstica entre gallinas, cabras y plagas.
En este libro hermoso, Solnit ensaya cómo esa necesidad y elección del escritor de vivir al cuidado y según los tiempos de la naturaleza está íntimamente ligada a toda su producción teórica y literaria. Toda la vida del escritor estuvo atravesada por conflictos bélicos. Cultivar un jardín quizás haya sido, ni más ni menos, que una respuesta a esas experiencias cerca de la explotación humana, la violencia de las guerras y el ascenso de regímenes autoritarios. Solnit dice:
“Un hombre plantó rosales y árboles frutales en un mundo turbulento y conflictivo. Quizá lo que hiciera en su nuevo jardín de Hertfordshire fuera construir un espacio y un conjunto de relaciones de lo que acababa de ver, distintos de la sensación de muerte que flotaba sobre aquellos sitios, del desarraigo y la alienación, de la pura fealdad que había visto. (...) Trabajar un jardín o un huerto es recomponer lo que se ha roto en pedazos”.
Las rosas que plantó Orwell en 1936, en la granja en Wallington (Hertfordshire), un pueblo al sur de Inglaterra donde se instaló con su esposa Eileen, hoy siguen rebosantes de vida. «Si ‘guerra’ tiene un antónimo, quizás sea ‘jardines’», escribe Solnit. Cultivar un jardín también puede ser una acto de resistencia.
Jardines [digitales] para mejorar la vida [online]
¿Escuchaste hablar de los digital gardens o jardines digitales? Es una tendencia que tiene cerca de una década, pero recuerdo que tomó cierta visibilidad en los medios de comunicación durante la pandemia.
Los jardines digitales son algo intermedio entre un blog personal y una wiki. Aparecieron como una nueva forma de compartir el conocimiento personal en la web, son colecciones de notas, ensayos e ideas en desarrollo donde el orden cronológico no es lo más importante.
El jardín digital es una metáfora para pensar en la escritura y la creación de contenido más como un proceso y no pensando tanto en el resultado. Quienes lo cultivan, buscan crear una internet que no se guíe por las interacciones y el tráfico, sino que ofrezca espacios tranquilos que requieren otro tipo de recorrido, lectura y dedicación.
Estos espacios digitales están en constante evolución y transformación porque, al igual que las plantas y flores de un jardín, hay ideas que además de plantar, hay que cuidar y ayudar a crecer, aunque muchas de ellas quizás no germinen. La idea de Solnit de cultivar un jardín como un acto de resistencia me hizo volver a ellos y enterarme de la buena noticia: los jardines digitales siguen floreciendo.
El norteamericano Mark Bernstein, teórico del hipertexto y escritor, fue el primero que utilizó la metáfora del jardín en 1998 en su proyecto Hypertext Gardens [jardines de hipertexto]. Allí sugiere que los jardines pueden inspirar un nuevo enfoque para el diseño del hipertexto.
“Los jardines se encuentran entre las tierras de cultivo y los espacios naturales silvestres. El jardín es un terreno cultivado que deleita los sentidos, diseñado para el placer en vez de la comodidad”.
Siguiendo esta idea, para Bernstein un entorno digital debería estar diseñado para mantener y guiar la atención del lector. “La clave para planificar un jardín de hipertexto es comunicar la promesa de un deleite inesperado y al mismo tiempo asegurarle al lector que no se adentra en un desierto no planificado”, escribe.
Casi dos décadas después, en 2015, esta idea vuelve a aparecer pero ya no en relación a la estructura y la navegabilidad de la información, sino vinculada a una nueva manera de experimentar y construir la web. Michael Caufield, investigador de la Universidad Estatal de Washington, fue quien sentó las bases del concepto de jardín digital. En su charla The Garden and the Stream: a Technopastoral [El Jardín y el Arroyo: Una Tecnopastoral] -que también se puede leer en su web- se refirió a dos maneras de pensar los entornos digitales en los que nos movemos: como un arroyo o como un jardín.
La idea de la web como un Arroyo está vinculada a la corriente y el flujo del agua. Para Caufield se trata de la interfaz digital a la que nos terminamos acostumbrando: un interminable desfile de tweets, reels, posteos y notificaciones. El scrolleo infinito. No somos pasivas en este arroyo, pero nuestras acciones allí se reducen a una sola línea temporal. “En lugar de imaginar un mundo atemporal de conexión y múltiples caminos, la corriente nos presenta un camino único, ordenado en el tiempo, con nuestra experiencia (y sólo nuestra experiencia) en el centro”, escribe Caufield.
Por el contrario, pensar la web como un Jardín es imaginarla como un espacio en donde cada nuevo paseo o recorrido puede crear nuevos caminos y significados, adentrarse a lo desconocido y a lo impredecible.
Las cosas en el Jardín no se reducen a un único conjunto de relaciones, dice Caufield. “El jardinero ve cada flor, árbol y enredadera en relación a un todo, de modo que quienes lo visitan tienen experiencias únicas pero coherentes a medida que encuentran sus propios caminos a través del jardín. Creamos el jardín como una especie de generador de experiencias, capaz de expresiones y significados infinitos”.
Jorge Gemetto, integrante del Centro Cultural Online Ártica, escribe sobre los jardines digitales: “En cierto sentido, se podría decir que son sitios con una genealogía que se remonta a los primeros años de la Web, cuando no había todavía sistemas de gestión de contenidos robustos y las personas montaban los contenidos de sus sitios ‘a mano’”.
A fines de los años 90 y principios de los 2000, los sitios que se encontraban en la Web eran más bien artesanales: quienes tenían algún conocimiento del lenguaje html creaban los archivos con algún editor de páginas web y luego lo subían. No había fechas y tampoco eran importantes, porque las páginas de inicio tenían un índice y los contenidos no se acomodaban automáticamente según la última entrada. “El resultado por supuesto solía ser muy limitado, sobre todo para personas sin conocimiento profundo del lenguaje html, pero por otro lado, y paradójicamente, brindaba una gran libertad que hoy en día, con los sistemas de gestión de contenido, muchas veces no tenemos”, afirma Gemetto.
Hay un texto muy recomendado de Amy Hoy que se llama Cómo el blog rompió la Web, donde la autora describe cómo aquellos primeros jardines digitales -que eran jardines pero no lo sabían- se fueron extinguiendo con la llegada de los gestores de contenido (como WordPress o Blogger, por ejemplo) que ofrecían formatos, plantillas, cajas de contenido y elementos de diseño fijos y predeterminados.
Tom Critchlow, un consultor de medios y tecnología que lleva años cultivando su jardín digital, en una nota explica la diferencia entre un blog y un jardín digital de acuerdo a su experiencia: “Con los blogs -dice- el autor se dirige a un gran público. Con los jardines digitales, uno escribe para sí mismo. Te dedicas a lo que quieres cultivar con el tiempo”.
Caufield, por su parte, agrega: “Un jardín digital, al igual que un blog, también se puede editar en cualquier momento para reflejar la evolución y el cambio, aunque los jardines digitales no están pensados como la última palabra sobre un tema. Representan una forma más lenta y antigua de explorar internet y disfrutan por no ser la fuente definitiva, sino solo una fuente”.
Entra a mi jardin, nadie tiene la llave
Todavía no empecé a cultivar mi jardín digital, pero es algo que me viene dando vueltas por la cabeza. En algún momento, parecía que para crear un jardín digital era necesario tener un conocimiento mínimo de programación básica, pero si bien es cierto que quienes empezaron con esta tendencia tenían algo de ese saber técnico, hoy existen algunas herramientas disponibles que facilitan la puesta en marcha de un sitio web totalmente personalizado, sin tener que tocar tanto código.
Incluso, más allá de las herramientas o las plataformas que podamos utilizar, lo más importante es cómo nos planteamos la posibilidad de compartir conocimiento en la web. Joel Hooks, desarrollador de software, escribe en lo que ahora es su jardín digital:
“La idea de un ‘blog’ necesita superarse. Todo el mundo trata la escritura como una ‘estrategia de marketing de contenidos’ y la utiliza para ‘construir una marca personal’, lo que lleva a la idea errónea de que todo lo que se publica debe estar pulido a la perfección y listo para ser consumido.
Esta idea es tóxica y me llevó a publicar cada vez menos con el tiempo. En cambio, mi enfoque ahora es publicar mis pensamientos más libremente y con menos premeditación. Particularmente en este espacio, que es mío, para mí, por mí. No pierdo la libertad de publicar trabajos más pulidos, simplemente no es mi expectativa personal”.
Acá te dejo algunos jardines para visitar y recorrer, creadores con diferentes plataformas y herramientas.
🌱 El jardín digital de Nikita Voloboev está desarrollado en wiki. “Este jardín es literalmente mi cerebro digital. Incluye mis pensamientos, notas y enlaces sobre temas que me interesan (...) y lo actualizo a diario”, escribe en su presentación.
🌱 Mi blog es un jardín digital, no un blog, dice Joel Hooks. “Es un lugar donde puedo publicar ideas, fragmentos, recursos, pensamientos, colecciones y otros fragmentos que encuentro interesantes y útiles. En lugar de ser siempre un nivel de "rendimiento" de los blogs, puede ser un esfuerzo más humano y flexible que abandone la idea de que los robots clasifiquen el contenido (en este caso simplemente por fecha de creación) y adopte la idea de curación, por mí, para usted”.
🌱 Maggie Appleton es artista e ilustradora y en su jardín digital, que está dentro de su página web, compila sus notas, las cosas que le gustan e incluso las fuentes con las que trabaja. Su estilo es minimalista y se asemeja a entradas de una wiki. Maggie también escribió una guía completa sobre Jardinería digital para personas sin conocimientos técnicos. Una genia.
🌱 Daniel Cotillas lleva adelante Comunicación Abierta, un jardín creado en WordPress que -en palabras de su autor- es un espacio de consulta, crítica y documentación para que “personas, colectivos y organizaciones generen una gestión del conocimiento propia, libre y distribuida sobre los procesos de comunicación contemporáneos”.
🌱 Un hermoso jardín web es Copiona, de Librenauta, diseñadora y artista digital argentina. “El sitio que estás viendo fue maquetado en inkscape y luego construido de cero por mi (...) El framework para formar el sitio que utilizo es jekyll, montado sobre la infraestructura de sutty del cual soy ahora parte <3 Opté utilizar esta tecnología por las ventajas que traían los sitios estáticos por sobre los dinámicos, a demás que es parte de mis herramientas de trabajo”.
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Los jardines digitales pueden verse como una reacción a la Internet a la que nos hemos acostumbrado y que también naturalizamos como la única posible. Una Internet de lo viral, donde los sitios web son unidimensionales y las redes sociales compartimentos estancos. En un jardín digital la clave está en la sensación del tiempo y del espacio para explorar.
Ross Gay, poeta estadounidense y -al igual que Orwell- jardinero entusiasta, dice en una entrevista: “Probablemente no haya habido nada que me haya enseñado a ir despacio como lo ha hecho la jardinería, que me ha impulsado a mirar con atención. Parte del placer que me proporciona mi jardín es que uno se sumerge en él aún antes de haber empezado a hacer algo”.
¡Muchas gracias por llegar hasta acá! En Argentina y en varios países del mundo, hoy se celebra el Día Mundial de Internet. Escribir sobre jardines digitales me pareció una hermosa manera de seguir insistiendo con esta idea de que otra Internet es posible y, como feministas, seguir reflexionando sobre qué tipo de Internet queremos y qué se necesita para lograrlo.
Te cuento que la foto de portada [no se ve en todas las plataformas] es un fragmento de Bauerngarten [Jardín], una obra del pintor austríaco Gustav Klimt. La obra por supuesto es a color -¡perdón Gustav!- y la pueden ver por acá.
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¡Nos leemos pronto! Un beso, Ivana.
Me gusto mucho gracias por este newsletter <3
tremendo